Las internas siguen consumiendo la política, de espaldas a un debate de la economía que apenas asoma

Absorbido por la batalla doméstica, Alberto Fernández puso en marcha, un día domingo, algo que fue difundido como una muestra de decisión personal y de sostén interno. Publicó un hilo de tuits anunciando que convocaría a la mesa nacional del oficialismo como jefe del PJ y con temario limitado a las elecciones. Y de inmediato, una docena de ministros retuiteó la convocatoria. Los funcionarios alineados con Cristina Fernández de Kirchner mantuvieron el silencio. Y el propio presidente quedó entonces formalizando que este no sería el gobierno del frente oficialista sino de una parte, pero con la otra fracción manteniendo cargos nacionales de peso. Extraño, con consecuencias funcionales y alerta para la economía.
Hace rato que el círculo más allegado a Olivos le reclamaba a Alberto Fernández una respuesta más firme al kirchnerismo. El último episodio, con Eduardo “Wado” de Pedro como protagonista, volvió a tensar esa cuerda. En estas horas, la irregularidad pasó a ser otra: la decisión presidencial de gobernar sólo con quienes lo acompañen, pero sin tomar medidas con quienes no lo hacen y se mantienen en puestos ministeriales o al frente de organismos gravitantes, como la ANSeS y el PAMI.
En lo que asoma como parte de una misma puesta en escena, los tuits fueron seguidos por definiciones en una entrevista periodística. “Yo gobierno con los que puedo gobernar”, dijo el Presidente y dejó una frase llamativa sobre las conversaciones que mantendría consigo mismo, además de una descalificación implícita al ministro del Interior. Después, sí, se formalizó el llamado a constituir la mesa del Frente de Todos.
La convocatoria es sumamente amplia, para el jueves de la semana que viene, en la sede del PJ. Incluye a gobernadores, intendentes -se supone que centralmente del GBA-, jefes sindicales y movimientos sociales, además de representantes partidarios de los socios del FdeT. Todo eso supone al menos tres elementos.
En primer lugar, al hacer el llamado por Twitter, Alberto Fernández destacó su condición de titular del PJ, estructura a la que calificó como el “partido más importante” del conglomerado oficialista. Será además el ámbito de la cita. En conjunto, un disparo al kirchnerismo y su reivindicación como eje del armado que hizo posible el triunfo de 2019.
En segundo término, con igual sentido, el largo listado de invitaciones parece una señal tardía de la pretensión de tejer una base de sustento para la batalla con CFK y La Cámpora. Y para completar, sería más un gesto de lanzamiento unificado de campaña que un ámbito de discusión y funcionamiento orgánicos para discutir el rumbo.
La pretensión de máxima, por supuesto, es recrear el clima de la experiencia que desembocó en la Casa Rosada hace casi cuatro años. El tema, en el plano estrictamente del armado, es la relación con la ex presidente. ¿La idea es realmente ir ahora hacia una diferenciación y choque de fondo? No parece que llegue a ese punto. Una fisura semejante sería fatal para la gestión y ensombrecería sin retorno la chance electoral. No se trataría sólo de un gesto, sino de un conjunto de señales lo que está a la vista. Nadie piensa en eludir la ofensiva sobre la Corte Suprema -con base en Diputados- y la defensa cerrada de CFK frente a las causas judiciales que más la inquietan.
Las primeras reacciones del kirchnerismo frente al llamado presidencial para estrenar una mesa nacional del oficialismo exponen malestar y desconsideración, pero hasta el momento, no al punto extremo de la fractura. No vaciaría la mesa, pero buscaría bajarle el precio. CFK y Máximo Kirchner dejan trascender que no participarán de la cita, aunque sí algunos representantes de su espacio.
Ese nivel de conflicto y, en especial, la batalla en el frente judicial constituyen un problema contradictorio y difícil de resolver para la oposición. En el interior de Juntos por el Cambio, algunos dirigentes advierten las dificultades propias para no quedar enredados en el juego que impone el oficialismo, más allá de los costos que puedan autoinfligirse en la otra vereda. La mayoría de las reuniones de su mesa nacional quedó más atada a cuestiones de peleas y tensiones propias que a presentarle debate al Gobierno imponiendo otra agenda.

La última reunión de JxC tuvo algo de su rutina interior y un intento, el más marcado, de salir del repertorio habitual y discutir el lado económico. No faltó el desgaste interno: todos los espacios acordar un grupo operativo -por el número reducido y el objetivo definido- que trabaje para bajarle el tono a las disputas domésticas graves en media docena de provincias. El tono del documento final buscó salirse de esa lógica y apuntó a la gestión oficial en el plano económico.
JxC sostuvo que el Gobierno registra un “endeudamiento récord”, dijo que ya se transita un camino de “fragilidad financiera” y recurrió a una frase muy difundida, especialmente en las redes: fue armada una “bomba de tiempo”, herencia para la próxima administración. La declaración pegó más fuerte que anteriores cuestionamientos al nivel inflacionario y las políticas oficiales en ese terreno.
La respuesta más concreta estuvo a cargo de Gabriel Rubinstein. Fue una declaración fraccionada en doce tuits mediante las que, más allá de las cifras, el viceministro fijo posición para el discurso del oficialismo. Básicamente, destacó que este gobierno “se financia en pesos”, a diferencia del acuerdo de Mauricio Macri con el FMI, y que la deuda es “manejable y sustentable”. Hay quienes interpretan que fue un mensaje con destino a los mercados antes que el inicio de un debate con la oposición.
Hubo además una versión de menor vuelo. Antonio Aracre recurrió otra vez a alguna chicana en las redes para descalificar a la oposición. El jefe de asesores del Presidente se muestra más en sintonía con el nivel de la comunicación oficial.
No habría sido muy consensuada la decisión de dar respuesta a la carga opositora. El cálculo estaría atado al viejo concepto de la imposición del temario. En este caso, un atisbo de debate sobre la economía, principal preocupación social -con la inflación en el renglón número uno-, según indican todas las encuestas y el mínimo olfato. La gravedad es reconocida en interior del equipo económico. Y advertida por economistas de las cuatro fundaciones que trabajan en JxC. Eso hace más inquietante el andar político.
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